domingo, 19 de mayo de 2013

CINCO MITOS :D

MITOS...

“Los Primeros Dioses”
Los mas antiguos mexicanos creían en un dios llamado Tonacatecuhtli, quien tuvo cuatro hijos con su mujer Tonacacihuatl.
El mayor nació todo colorado y lo llamaron Tlantlauhqui. El segundo nació negro y lo llamaron Tezcatlipoca. El tercero fue Quetzalcóatl.
El mas pequeño nació sin carne, con los puros huesos, y así permaneció durante seis siglos. Como era zurdo lo llamaron Huitzilopochtli. Los mexicanos lo consideraron su dios principal por ser el dios de la guerra.
Según nuestros antepasados, después de seiscientos años de su nacimiento, estos cuatro dioses se reunieron para determinar lo que debían hacer.
Acordaron crear el fuego y medio sol, pero como estaba incompleto no relumbraba mucho. Luego crearon a un hombre y a una mujer y los mandaron a labrar la tierra. A ella también le ordenaron hilar y tejer, y le dieron algunos granos de maíz para que con ellos pudiera adivinar y curar.
De este hombre y esta mujer nacieron los macehuales, que fueron la gente trabajadora del pueblo.
Los dioses también hicieron los días y los repartieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. De ese modo el año tenía trescientos sesenta días.
Después de los días formaron el infierno, los cielos y el agua. En el agua dieron vida a un caimán y de él hicieron la tierra. Entonces crearon al dios y a la diosa del agua, para que enviaran a la tierra las lluvias buenas y malas.
Y así fue como dicen que los dioses hicieron la vida.
Mitología Azteca.
“Huaxtecapan”
Garra de Jaguar se reunió con sus compañeros del Calmécac a esperar las noticias de una próxima expedición bélica, cuyo propósito era reprimir a los incontrolables pueblo en la región costeña, la Huaxtecapan, que habían aprovechado la muerte del tlatoani Ahuízotl para tratar de liberarse del dominio de México-Tenochtitlan.
El joven, que había nacido bajo la trecena de los grandes guerreros, esperaba con ansiedad las fiestas de entronización de Moctezuma Xocoyotzin, que ocurrirían en ese año 10 Conejo. Su padre y su abuelo, de noble linaje, emparentados con la casa gobernante desde los tiempos del primer señor Acamapichtli, por su arrojo y su valor habían sido investidos con las insignias de los guerreros-jaguar; todos recordaban sus atrevidas actuaciones durante diversas batallas, cuando sin temor a la muerte habían desarmado en plena lucha a varios enemigos para conducirlos más tarde hasta la capital de Huitzilopochtli, donde se destinarían a la gran festividad de esa deidad.
Llegaba la hora en que el aprendizaje del joven rendiría frutos; aquellas largas caminatas para endurecer los músculos, el hábil manejo de la espalda con filos de obsidiana, de la lanza y el escudo, le ayudarían ahora a triunfar en la futura expedición que se decía caería por sorpresa en varios pueblos del mundo huasteco.
Llegado el tiempo de secas, cuando los sacerdotes encontraron en la ruta de los astros los signos propicios, se emprendió la marcha. Garra de Jaguar formaba parte del grupo de los jóvenes guerreros del Calmécac, algunos de los cuales ya habían capturado un prisionero y por ello lucían orgullosos su cabello cortado, el que ataban con una cinta de color rojo. Adelante, caminaban los guerreros más experimentaos, quienes se encargarían de dirigir la empresa, indicando las tácticas y los movimientos de ataque.
Al llegar a las tierras del señor Texcoco se les unieron considerables contingentes de guerreros acolhuas, así como muchos otros aliados que participarían en la expedición. La ruta se había marcado con anterioridad, y sería la misma que en tiempos de paz recorrían los pochtecas o comerciantes, conocedores de todos los vericuetos de aquel camino que debería cruzar la cadena de altas montañas para después bajar hacia la llanura costera, donde el calor y la temperatura eran sofocantes.
Algunos de los guerreros más viejos recordaban los tiempos del legendario tlatoani Moctezuma Ilhuicamina; pues había sido en su época cuando los mexicas y sus aliados, los acolhuas de Texcoco y los tepanecas de Tacuba, emprendieron por vez primera, a mediados del siglo XV, la conquista del mundo costeño; fue entonces cuando conquistaron Tzicuhac, obligando a los poblados huastecos a pagar tributo y permitir el comercio con la gente del Altiplano. Aquellos pueblos y sus vecinos, los totonacos, aprendieron la dura lección que las armas mexicas impusieron en sus tierras.
Más tarde, Axayácatl, el nieto del gran Moctezuma, para celebrar su elevación al trono de Tenochtitlan, llevó el triunfo de las armas mexicas por toda la Huasteca; sus ejércitos conquistaron Tzapotitlan, Micquetlan, Tampatel, Tamomox y, especialmente Tochpan; impuso fuertes tributos e inició la construcción de sitios fortificados a lo largo de las rutas de comunicación, para prevenir futuros levantamientos contra el dominio mexica, como lo fueron Cuauhtochco y Teayo.
Con la muerte de Axayácatl se inició el reinado de Tízoc, durante el cual se llevaron a cabo nuevas expediciones para reconquistar algunos pueblos y dominar por primera vez otras localidades; así se sometieron a Meztitlan, aliado de los hustecos, y Tamapachco, en el año 7 Conejo.
El padre de Garra de Jaguar alardeaba siempre de haber sido unos de los generales más destacados cuando Ahuízotl, antecesor de Moctezuma Xocoyotzin, emprendió nuevamente la conquista de las tierras huastecas. Se capturó gente de Tziuhcuac, Mollanco y Zapotlán, siendo entonces cuando la orgullosa Huejutla se rindió ante la ferocidad de sus conquistadores. Estos recuerdos encendían el ánimo del joven, ya que sus hazañas serian recordadas por sus descendientes, quienes le cantarían en las celebraciones de conquista.
Después de la dura marcha, el momento esperado se acercaba, los corazones de aquellos jóvenes latían aceleradamente. Después todos vieron con admiración como Garra de Jaguar se enfrentaba cuerpo a cuerpo con un guerrero huasteco que se distinguía por su curiosa deformación craneana y que lucia amenazadoramente aros colgantes en la nariz. Ambos contendientes sabían que su destino estaba ahí, en el campo de batalla, sólo uno saldría victorioso.

“Dioses de la Muerte”
El reino de los muertos o inframundo, conocido comúnmente como Mictlan, era gobernado por el “Señor del Inframundo”, Mictlantecuhtli, y por la esposa de este, Mictecacihuatl, los “Infiernos”, el Chignauhmictlan. Pero aparte de estas deidades, existían otros dioses y diosas que poblaban las regiones del Mictlan y que casi siempre encontramos por parejas. Una de ellas es Ixpuzteque, “El que tiene el pie roto”y su esposa Micapetlacalli, “Caja de muerto”. Por último conocemos el nombre de Tzontemoc, “El que cayo de cabeza”, y su esposa es Chalmecacihuatl, “La sacrificadora” .
Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl eran la pareja más importante de las regiones del inframundo y habitan la más profunda de ellas, a donde llegan los hombres a descansar, no sin antes entregar a las deidades presentes valiosos.
Mictlantecuhtli aparece con el cuerpo cubierto de huesos humanos y un cráneo a manera de mascara, con los cabellos negros, encrespados y decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Adornan su cabeza una rosetas de papel de las que salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca. Sus animales asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl).
Origen Mexica

“La Rueda de los Katúnes”
El once Ahau se asienta el Katún en Ichcaansihó. Bajan hojas del cielo, bajan perfumes del cielo. Suenan las músicas, suenan las sonajas de los nueve píes. En un día en que habrá faisanes azules, en un día en que habrá peces a la vista, en el día de Chakan-Putúm, se comerán los árboles, se comerán piedras; se habrá perdido el ausento dentro del Once Ahau Katún.
Con siete templo de abundancia se asienta el Katún, el cuarto Ahau Katún, en chichén. Siete tiempos de abundancia son el asiento del Gran Derramador de agua. Tapado está su rostro y serrados sus ojos bajo sus lluvias, sobre su maíz abundante derramado. Llenos de hartura están su estera y su trono. Y se derrama su carga. Habrá un día en que este blanco su ropaje y blanca su cintura, y sea aplastado por el chorro del pan de Katún. Llegarán plumajes, llegarán pájaros verdes, llegarán fardos, llegarán faisanes, llegarán tapires; se cubrirán de tributo Chichén.
No Zaquí, sino Mayapán es el asiento del Katún, del Dos Ahau Katún. Cuando se haya asentado el Katún, bajarán cuerdas, bajará las ponzoñosa de la peste. Tres cerros de calaveras harán una rueda blanca a su cuerpo cuando venga con su carga atada. Ahogándose cogerá en su lecho un soplo de viento. Tres veces dejará caer su pan. Mediana hambre, medio pan. Esta es la carga de Dos Ahau Katún.
Kinchil Coba es el asiento del Katún, del Trece Ahau Katún. El dios mayor Itzam, dará su rostro a su reinado. Se le sentirá tres veces en tres años, y cuando se cierre la décima generación. Semejantes a las de palmera serán sus hojas. Semejante al de la palmera será su olor. Su cielo estará cargado de rayos. Sin lluvias chorreará el pan Katún, del Trece Ahau Katún. Multitud de lunares son la carga del Katún. Se perderán los hombres y se perderán los dioses. Cinco días será mordido el Sol, y será visto. Esta es la carga de Trece Ahau Katún.
Origen Maya.
Sol y Luna, opuesto y complementario”
El Sol era el cuerpo celeste por excelencia y en Mesoamérica se le identifica con el tiempo mismo. A través de manuscritos, como el Códice Matritense del Real Palacio, podemos abrir una ventana hacia mitos cosmogónicos fundamentales para el pueblo mexica.
En ellos vemos fielmente reflejada la creencia de que el Sol, como ser vivo, puede nacer y morir.
Hubo cuatro soles antes del actual. Cada uno marcó eras distintas, entre las cuales se detuvo el tiempo y se hizo la profunda oscuridad. Para que naciera el Quinto Sol, los mismos dioses debieron sacrificarse, morir, purificarse en el fuego, elemento producido por el más viejo de todos lo dioses.
A pesar de que ya había nacido el Sol y poco después la Luna, cuerpos celestes fundamentales para elaborar el calendario, aún no estaban dotados de movimiento.
La esencia del tiempo era, aparte de la luz, el movimiento. Ambos astros permanecían estáticos hacia el oriente. Para echar a andar la precisa maquinaria del tiempo debía intervenir el dios del viento, que no sólo impulsó al Sol y la Luna para que avanzaran en sus caminos celestiales, sino que los colocó en los sitios del espacio que les correspondía para desempeñar su tarea.
La conceptualización del tiempo se une de esta manera a la del espacio para conformar uno de los principales elementos que caracterizan a las culturas autóctonas de Mesoamérica. Algunos códices prehispánicos sobrevivieron para mostrarnos sencillos esquemas que representan esta compleja relación. Tal es el caso de la página 1 del Códice Féjérvary Meyer, en el que en los rumbos cardinales están no sólo los dioses, sino los signos calendáricos, las aves y los árboles cósmicos. Leyendo de derecha a izquierda, podemos ir de un día a otro hasta completar un tonalpohualli o calendario sagrado, dando a cada día su connotación positiva, negativa o indiferente.
Estos libros, leídos sólo por los especialistas denominados tonalpohuques, eran considerados sagrados y secretos, hablaban de un mundo lejano al hombre común, del ámbito de los seres que dominan el tiempo cíclico que rige el destino de todo cuanto vive, donde todo regresa cuando se repite el símbolo y el numeral del día y el año. Su cargador (bacab en maya e i mamal en náhuatl) los lleva sobre su espalda, cual pesado fardo, hasta el final del día, cuando dejaba su mecapal (bulto) para que un nuevo mecapalero iniciara su camino. Ellos representan a los astros en la ruta que parte del oriente hacia el poniente, como el Sol, que asumía un aspecto masculino y dominaba la época seca del año, como la Luna, de aspecto femenino, que dominaba la época húmeda del año. Opuesto


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